El costoso saldo del oro

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Shara Naranjo

Coordinadora de contenidos y proyectos en Estudios Sociales de Colombia

Desde su nacimiento, la República de Colombia ha estado profundamente vinculada a la minería. La extracción de oro ya llevaba casi tres siglos de explotación rudimentaria durante el período colonial, y no fue hasta mediados del siglo XIX que comenzaron los procesos de modernización en este sector. 

En este prolongado periodo, regiones como Antioquia, Chocó, el Alto Cauca y el Valle del Patía se consolidaron como los principales centros mineros, dependiendo en gran medida de la mano de obra esclava.

Las guerras de independencia trajeron consigo el cierre de muchas minas menores, pero los grandes mineros, especialmente en Antioquia, lograron enriquecerse al dejar de pagar el quinto real, un impuesto que había gravado la minería colonial, y al abrirse al comercio de oro con mercados internacionales como el de Jamaica. La naciente República favoreció estas actividades, dándole a los grandes mineros mayor libertad y oportunidades de expansión.

El impulso de la modernización y la inversión extranjera

La relevancia de la minería en la economía de la nueva República impulsó la contratación de ingenieros de minas ingleses y alemanes desde 1825, quienes contribuyeron a modernizar la extracción de oro y plata. 

Casi de inmediato, Colombia comenzó a atraer inversiones extranjeras que aportaron tanto capital como tecnología, estimuladas por el auge global del oro, especialmente tras las fiebres del oro en California y Australia. Esto convirtió a Colombia en un destino atractivo para el capital extranjero.

A lo largo del siglo XIX, el oro se consolidó como el principal producto de exportación, equilibrando la balanza comercial del país. Regiones como Antioquia y el Cauca se beneficiaron enormemente de este auge, estableciendo proyectos empresariales exitosos. 

Aunque la abolición de la esclavitud en 1851 afectó la producción minera en el Cauca, Antioquia logró mantener un modelo de minería familiar y de pequeña escala que eventualmente dio lugar a grandes empresas como la Sociedad El Zancudo y la Compañía Minera de Antioquia. Los excedentes generados por estas empresas contribuyeron al desarrollo industrial que, en gran medida, aún se disfruta en la región.

Con la llegada del siglo XX, la minería de metales preciosos continuó siendo relevante, pero las necesidades de modernización del país impulsaron la explotación de otros recursos. En 1910 comenzó la extracción de hulla para locomotoras, y en 1920 se inició la explotación petrolera, marcando un cambio en el panorama energético de Colombia. 

La producción de oro alcanzó su apogeo en 1941, pero a partir de ese momento comenzó a declinar, mientras que los minerales no metálicos, destinados a usos industriales, adquirieron mayor relevancia en la economía del país.

La violencia detrás de las esmeraldas

En medio de este proceso, la minería de esmeraldas adquirió una dimensión trágicamente violenta. Aunque el Banco de la República tenía el control legal de las minas de esmeraldas en el occidente de Boyacá, durante las décadas de 1950 y 1960 la mayoría de las gemas colombianas llegaban al mercado mundial a través del comercio ilegal. Para 1966, el 95% de las esmeraldas que se vendían globalmente procedían del “mercado negro” colombiano.

La extracción y comercialización de esmeraldas estuvo marcada por conflictos armados. La organización de esmeralderos conocida como “La Pesada” ejercía un control fáctico sobre las minas, y el bandolero político Efraín González se convirtió en un actor clave al ofrecer seguridad a los jefes esmeralderos y mediar en los conflictos locales. 

Tras su muerte, estallaron las llamadas “guerras verdes” por el control de las minas, generando un espiral de violencia que dejó un saldo de muertos y profundizó la relación entre la minería ilegal, el poder y el crimen en la región.

Carbón: poder extranjero y consecuencias locales

En la década de 1970, ante las crecientes necesidades energéticas del país, la explotación de carbón cobró mayor relevancia, especialmente tras el descubrimiento y desarrollo de la mina de El Cerrejón, en La Guajira. Este gigantesco proyecto de extracción a cielo abierto, uno de los más grandes del mundo, transformó el sector carbonífero colombiano.

Fundada en 1975, El Cerrejón ha sido controlada por empresas internacionales como BHP Billiton, Glencore y Anglo American. Desde los años 80, la producción de carbón ha tenido un papel crucial en la economía colombiana, alcanzando una producción de 82 millones de toneladas anuales en 2019, con ventas que superaron los 7,500 millones de dólares. 

A pesar de los beneficios económicos, la inversión extranjera no ha generado mejoras significativas en las condiciones de vida de la población local. La tecnificación del trabajo ha limitado la creación de empleos, y la pobreza sigue siendo una realidad en la región, donde el poder político está estrechamente ligado a intereses nacionales e internacionales.

Además, El Cerrejón ha sido objeto de múltiples críticas debido a su impacto ambiental. La limitación del acceso al agua para las comunidades locales y otros daños ambientales han generado constantes denuncias, poniendo de relieve las tensiones entre el desarrollo económico y el bienestar de las comunidades afectadas.

Mina El Cerrejón, Hernán Díaz
Conclusión

La minería ha sido un pilar fundamental en la economía colombiana desde los primeros años de la República. Sin embargo, su historia también ha estado marcada por conflictos sociales, explotación laboral y profundos impactos ambientales. 

Si bien el extractivismo ha generado grandes ingresos y ha impulsado el crecimiento económico, ha dejado al descubierto las profundas desigualdades y tensiones que surgen de un desarrollo no equitativo.

En la actualidad, el país enfrenta el desafío de encontrar un camino hacia un modelo de desarrollo sostenible. Las advertencias sobre los riesgos del extractivismo como estrategia principal para la recuperación económica son claras: continuar por este camino sin contemplar políticas de desarrollo sostenible puede exacerbar las crisis sociales y ambientales en las regiones mineras. 

Colombia necesita avanzar hacia un enfoque equilibrado que no solo garantice el crecimiento económico, sino que también proteja a las comunidades y al medio ambiente, evitando así la perpetuación de las dinámicas históricas de explotación y conflicto.

Bibliografía

Montaña, Darío Fajardo. Tierra: ¡Tanta y tan lejos!. Ediciones Uniandes, 2022. publica.la, https://ediciones.uniandes.edu.co/reader/tierra-tanta-y-tan-lejos?location=85

Poveda Ramos, Gabriel. La minería colonial y republicana, en Revista Credencial, 151 (2003).

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