¿A quién engañas abuelo?

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Shara Naranjo

Coordinadora de contenidos y proyectos en Estudios Sociales de Colombia

Los colombianos han soportado por décadas el peso de un conflicto armado tan profundo que resulta difícil precisar su origen. A lo largo de este prolongado periodo de violencia, las principales víctimas han sido, en su mayoría, los campesinos. 

Silenciados y marginados históricamente, encontraron en la música una vía para denunciar las injusticias que los asfixiaban. Géneros como el bambuco se convirtieron en poderosas herramientas de resistencia, resonando hasta el presente como vestigios vivos de la historia del país. ¿A quién engañas, abuelo? es uno de los ejemplos más emblemáticos de esa denuncia campesina que retrata La Violencia.

Un conflicto de larga data

La violencia bipartidista fue un fenómeno estructural de larga duración, profundamente enraizado en la lucha por el poder entre los dos principales partidos políticos: el Partido Liberal y el Partido Conservador.

Esta violencia no fue solo un enfrentamiento electoral, sino que involucró conflictos armados, persecución política y control territorial, exacerbados por las divisiones sociales y económicas.

No fue únicamente una serie de episodios violentos, sino parte de un proceso de consolidación del poder estatal y de fragmentación social. Esta violencia se caracterizó por su capacidad de reproducirse y perpetuarse, afectando a las comunidades locales, en especial en las áreas rurales, donde los jefes políticos (caciques) ejercían control violento sobre sus territorios. 

Esta violencia, que tuvo su punto álgido en la década de 1940 y 1950, especialmente tras el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán en 1948, fue un factor clave en la configuración del conflicto colombiano, ya que dejó profundas cicatrices en el tejido social y facilitó el surgimiento de nuevas formas de violencia, como la guerrilla y el paramilitarismo.

Bambuco

La música es uno de los lenguajes más claros para la comprensión de un país, es una herramienta de la expresión política y sensible de los actores históricos que han sido marginados e ignorados. En este contexto, los bambucos de mitad de siglo se convirtieron en una lupa para entender la vida campesina colombiana asediada por la violencia bipartidista. 

La música rural de los Andes de Colombia alzó su voz e interpretó tiples, guitarras y requintos, desde mediados del siglo XX, contra la injusticia social, la violencia bipartidista, la corrupción y el abandono estatal del campo. Indispensable recurso para una sociedad rural marcada por el analfabetismo y la oralidad.

Parte de él fue Arnulfo Briceño (1938-1989), un compositor nortesantandereano que se destacó en la creación de música llanera, pero también en los bambucos. Uno de los más relevantes fue A quién engañas abuelo, interpretado por el dúo musical Garzón y Collazos, y en su versión más popular por el dúo Silva y Villalba. 

La letra de ¿A quién engañas, abuelo? Es un eco doloroso del desarraigo y la desolación que la violencia bipartidista dejó en los campos de Colombia. A través de sus versos, la canción relata la pérdida física de la tierra, así como el quiebre emocional de una comunidad que, poco a poco, fue arrasada por el conflicto:

 

“Tienes razón, hijo, el odio todo ha cambiado,
Los piones se fueron lejos, el surco está abandonado.”

 

Con estas palabras, la canción capta la devastación provocada por la violencia, un proceso que forzó el éxodo de los trabajadores rurales y dejó la tierra, antes próspera, en el olvido. Este verso resuena con la crudeza de una verdad cotidiana: la política había invadido hasta los rincones más remotos, transformando a quienes compartían surcos y cosechas en enemigos acérrimos. El odio, alimentado por los colores partidistas, había reemplazado la solidaridad que definía la vida en el campo como una forma de control territorial: 

 

“Me dice Chucho el arriero, el que vive en los cañales,
Que a unos los matan por godos, a otros por liberales.”

 

Llegó a ser tan profundo el conflicto que, además de la pérdida territorial, produjo grandes grietas en el relacionamiento social de la vida campesina:

 

“Y al alma del campesino llega el color partidista,
Entonces aprende a odiar hasta quien fue su buen vecino.”

 

Pero la canción no solo denuncia la violencia y la división; también desenmascara a los políticos que, en tiempos de elecciones, salían de las ciudades prometiendo soluciones que nunca llegaban. A estos falsos salvadores dedica unas líneas:

 

“Aparecen en elecciones unos que llaman caudillos,
Que andan prometiendo escuelas y puentes donde no hay ríos.”

 

Con ironía y sencillez, estos versos revelan la farsa del caudillismo, una figura que solo se hacía presente cuando necesitaba el respaldo de la gente del campo, con promesas irrisorias, que dejaban tras de sí más abandono y frustración.

¿A quién engañas, abuelo? no es solo una canción; es un lamento colectivo, una crónica íntima de lo que significaba vivir bajo la sombra de La Violencia. En sus líneas, se teje la memoria de una Colombia rural que, a pesar de las difíciles condiciones, sobrevivía. 

Este bambuco es una fuente histórica tangible y un testimonio de las cicatrices que el conflicto dejó en la vida campesina colombiana, y cuyo canto por la dignidad se mantiene vivo en el presente.

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