Descripción
Desde las colonizaciones territoriales del siglo XIX, tanto en las grandes haciendas cafeteras como en las pequeñas fincas campesinas, el aroma del café colombiano por las mañanas lleva la marca de la construcción de una identidad nacional. Más allá de su éxito en el mercado internacional, el café colombiano fue ante todo una oportunidad: impulsó la incipiente industrialización del país, fomentó la creación de vías ferroviarias que conectaron sus regiones, facilitando la recolección y el envío de sus granos frescos al exterior.
Tras la devastadora Guerra de los Mil Días, el presidente Rafael Reyes vio en el café una posibilidad para reconstruir la nación. De esta manera, promovió el cultivo del café, y la paz relativa permitió un nuevo impulso a la economía del país, así como el surgimiento de una tradición cafetera.
Desde los recolectores en los cafetales hasta el proceso de tostado y empaquetado, y finalmente a la olleta en cada hogar, el café lleva consigo los sabores de la historia de un país rico, diverso y campesino.
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