
Shara Naranjo
Coordinadora de contenidos y proyectos en Estudios Sociales de Colombia
Recientemente, el diario El País alertó sobre la desaparición de 288 niños en lo que va del año, un hecho que evoca oscuros episodios del pasado, como los documentados en el libro 1892, Un año insignificante de Max Hering.
Este análisis aborda primero las complejidades de las “recogidas” de niños en el siglo XIX, para luego reflexionar sobre las desapariciones contemporáneas, destacando los paralelismos entre ambas épocas.
Niños de la calle en 1892
En la Bogotá de finales del siglo XIX, los niños de la calle eran parte del paisaje urbano, voceando periódicos, correteando en grupos y alterando el orden de las calles bogotanas. Apodados “chinos”, estos menores eran huérfanos, abandonados o provenientes de familias extremadamente pobres.
Su cotidianidad oscilaba entre el rebusque en los mercados y plazas, y la mendicidad en calles transitadas como San Victorino o el parque Santander. Sin embargo, su condición vulnerable también los convertía en objeto de persecución, e incluso explotación institucionalizada.
El texto de Hering detalla el fenómeno de las “recogidas”. Estas consistían en operativos policiales que detenían a niños bajo el pretexto de moralizarlos y apartarlos de la delincuencia.
Muchos de estos menores terminaron siendo enviados a haciendas cafeteras, donde trabajaban en condiciones de semiesclavitud. Aunque las autoridades justificaban estas acciones como una forma de corrección, en realidad se trataba de un sistema de explotación laboral.
El diario El Criterio denunció en su momento el traslado de niños encadenados hacia cafetales, escoltados por hombres armados que no dudaban en usar la violencia para imponer obediencia.
La complicidad institucional era evidente: los artículos 467 y 469 del Código de Policía permitían que niños mendigos fueran puestos en “concierto”, es decir, asignados como trabajadores forzosos a particulares que los solicitaban.
Este engranaje legal, que involucraba a la Policía, al personero municipal y a los hacendados, mostraba cómo los menores eran tratados como propiedad deshumanizada en aras de la productividad económica.

Avancemos al presente. En 2024, la desaparición de 288 niños en Bogotá revela un panorama igualmente inquietante. Aunque el contexto es diferente, el trasfondo de exclusión social y desprotección institucional sigue siendo una constante.
Las familias que reportan a sus hijos como desaparecidos denuncian la negligencia de las autoridades, quienes, carecen de herramientas e instituciones apropiadas para lidiar con este profundo problema. La inoperatividad institucional perpetúa un ciclo de vulnerabilidad y desamparo.
De acuerdo con las pocas investigaciones realizadas, las causas de estas desapariciones son complejas. Incluyen el reclutamiento forzado por parte de grupos armados ilegales, la explotación laboral y sexual, y el abandono estatal en zonas marginadas.
Estos niños, provenientes en su mayoría de familias humildes, se enfrentan a una doble amenaza: el peligro directo de ser capturados o coaccionados, y la indiferencia sistemática de un sistema que no prioriza su seguridad.
El análisis de ambos casos revela patrones comunes de exclusión y deshumanización. En 1892, los niños eran considerados una “molestia pública”, y las “recogidas” se justificaban como una medida moralizadora. En 2024, aunque las desapariciones no se presentan bajo un discurso oficial, el resultado es el mismo: niños invisibilizados, desprotegidos y tratados como cifras en lugar de individuos con derechos.
Ambas épocas están conectadas por la desprotección institucional. En el siglo XIX, la Policía y los hacendados trabajaban juntos para garantizar mano de obra barata. Hoy, las familias afectadas denuncian la falta de voluntad política y el encubrimiento de casos, lo que permite que redes de explotación infantil operen con impunidad.
En ambos contextos, el Estado parece priorizar otros intereses por encima de la protección de la niñez vulnerable.
La comparación entre los niños desaparecidos de 1892 y los de hoy pone en evidencia una herencia de indiferencia y abandono. Si bien las formas de explotación y negligencia han cambiado, la esencia del problema persiste: una sociedad que falla en proteger a los más vulnerables.
El caso de 1892 es un recordatorio de cómo las instituciones pueden ser utilizadas para perpetuar sistemas de opresión disfrazados de moralidad o progreso. En el presente, Bogotá enfrenta el desafío de romper con este legado de desprotección a las infancias.
¿Quieres saber más?
Díaz, Santiago. “El vacío sin resolver de los 288 niños desaparecidos en Bogotá.” El País, diciembre 16, 2024. https://elpais.com/america-colombia/2024-12-16/el-vacio-sin-resolver-de-los-288-ninos-desaparecidos-en-bogota.html
Hering Torres, Max S. 1892, Un año insignificante. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia y Editorial Planeta Colombiana, 2018.