Bogotá: De la modernidad a la sequía

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Shara Naranjo

Coordinadora de contenidos y proyectos en Estudios Sociales de Colombia.

Las alertas están encendidas debido al riesgo de desabastecimiento de agua. Con el nivel del embalse de Chuza bajando, el gobierno está considerando nuevas medidas de racionamiento, algo que no habíamos visto antes en esta magnitud.

Para comprender mejor la situación, es importante revisar cómo llegamos hasta aquí, cómo hemos manejado crisis similares en el pasado y qué relación tiene con la urbanización. Quédese y le contamos.

Primeros desafíos

A finales del siglo XIX, diferentes sectores sociales se encontraron con la necesidad de modernizar Bogotá mediante transformaciones urbanas. Al mismo tiempo, tras el fin de la Guerra de los Mil Días, la población empezó a crecer de forma constante. En este contexto, inició el proceso de urbanización de Bogotá.

Para 1925, la población de Bogotá se había duplicado en comparación con 1900, lo que trajo consigo problemas de abastecimiento de agua y enfermedades derivadas de un suministro inadecuado.

Además, durante esta era de urbanización, la intensa tala y búsqueda de materiales de construcción provocó deforestación y erosión en los Cerros Orientales, reduciendo así la capacidad del suelo para retener el agua.

Por esta razón, la década de 1930 se consolidó como la de grandes proyectos de infraestructura, por la construcción de las represas del río Tunjuelo y de la Regadera. Además, se construyó Vitelma, la primera planta de tratamiento de agua del país.

A pesar de estos esfuerzos, dos años después de la fundación de Vitelma en 1938, surgió la posibilidad de escasez de agua en Bogotá debido al aumento en las conexiones domiciliarias y al despilfarro de agua durante los meses menos lluviosos de 1940.

Para enfrentar esta escasez, se implementó una política de suspensión del suministro de agua por las noches y se instalaron medidores en cada casa para ajustar las tarifas de acuerdo al consumo. Sin embargo, la construcción de más represas y embalses fue lo que realmente salvó a Bogotá del desabastecimiento.

La población bogotana experimentó un crecimiento mayor desde mediados del siglo XX, impulsada además por la violencia y la migración del campo a la ciudad. Esto llevó al establecimiento de barrios populares en la periferia, a la segregación urbana de las clases altas hacia el norte de la ciudad y a un acceso diferenciado al agua.

Este proceso se inscribió en una expansión de la frontera urbana que, a gran escala, contribuyó a la deforestación de una parte significativa de las zonas rurales en los alrededores de Bogotá. Del mismo modo se redujeron los humedales, que en 1938 contaban con aproximadamente 50.000 hectáreas, mientras que en 2005 se habían reducido a 500 hectáreas.

Saúl Ordúz, Trabajos Acueducto Barrio Verbenal, 1980.
Impactos a largo plazo

El consumo desmedido de las zonas rurales ha llevado a un cambio dramático en el paisaje durante los últimos 70 años. Este problema se ha visto agravado por la ambigüedad en las decisiones políticas para controlar el crecimiento desordenado de la expansión urbana y de cultivos.

El agua que se consume en Bogotá proviene de los páramos de Guerrero, Sumapaz y Chingaza. De este último se desprende el embalse de Chuza, que actualmente se encuentra entre el 38% y el 44% de su capacidad. Según la ministra de Ambiente, Susana Muhamad, si se mantiene el ritmo de consumo actual, Bogotá podría no superar la temporada menos lluviosa de 2025.

A pesar de que Bogotá ya ha visto amenazas de sequía en el pasado, actualmente se ve agravada por el crecimiento urbano y poblacional, aunado al déficit de plantas de tratamiento y el descuido del país de sus cuencas altas.

En la actualidad, la situación de escasez de agua en Bogotá es crítica, agravada por un crecimiento poblacional desmedido y la insuficiencia de infraestructuras adecuadas para el tratamiento y gestión del agua. 

La capacidad reducida de embalses clave como el de Chuza y la falta de políticas coherentes para enfrentar la sequía emergente subrayan la urgencia de una planificación urbana más sostenible y una gestión eficaz de los recursos hídricos para evitar una crisis mayor en el futuro cercano.

¿Quieres saber más?

Stefania Gallini, Laura Felacio, Angélica Agredo y Stephanie Garcés. “Las corrientes de la ciudad: Una historia del agua en la Bogotá del siglo XX.” Environment & Society Portal, Virtual Exhibitions 2014, no. 3. Rachel Carson Center for Environment and Society. Disponible en:

http://www.environmentandsociety.org/exhibitions/node/7488.

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