Shara Naranjo
Coordinadora de contenidos y proyectos en Estudios Sociales de Colombia
La chirimía, un instrumento de viento precursor del oboe, llegó al continente americano con los colonizadores españoles. Durante la colonización, se convirtió en un elemento esencial de ceremonias religiosas promovidas por la Iglesia Católica, ganando reconocimiento como símbolo de cristiandad en territorios como México, Centroamérica y Sudamérica.
En el Nuevo Reino de Granada, su adopción fue inmediata, pero con el tiempo, las comunidades locales la transformaron, adaptándola a sus propias realidades culturales y sociales.
En el Chocó, la historia de la chirimía está profundamente ligada a los procesos económicos y sociales derivados de la colonización. Los afrodescendientes, traídos al territorio como mano de obra esclavizada para la extracción de oro, comenzaron a integrar este instrumento en sus prácticas culturales, apropiándose de sus sonidos como una forma de resistencia y adaptación.
A finales del siglo XIX, con la abolición de la esclavitud, el panorama económico del Chocó cambió. Nuevos actores, como los sirio-libaneses, llegaron a la región, destacándose en la exportación de oro, platino y madera, así como en actividades como la ganadería y el cultivo de caucho.
Además, lideraron la importación de bienes como telas y víveres, consolidándose como un sector económico influyente en la primera mitad del siglo XX.
En este contexto de economía extractiva, instrumentos de banda europea comenzaron a llegar a asentamientos clave como Quibdó, Condoto e Istmina. Junto a ellos, géneros de moda en la escena internacional, como la contradanza, la jota, la mazurca, el vals y la polka, también se hicieron presentes.
Por otra parte, las misiones católicas jugaron un papel crucial en la promoción de la música en el Chocó. Con la llegada de los misioneros claretianos en 1909, se fortalecieron las escuelas de música, donde se enseñaba teoría musical, solfeo y ejecución instrumental.
Sin embargo, esta iniciativa estaba destinada exclusivamente a reforzar la doctrina cristiana. El padre Isaac Rodríguez, figura central en la enseñanza musical en Quibdó, restringió el uso de los instrumentos a fines religiosos, prohibiendo expresamente interpretaciones asociadas a la cultura popular. Para él, la chirimía era “vulgar” y “poco digna”.
A pesar de estas restricciones, los estudiantes de las escuelas musicales aprovecharon los conocimientos adquiridos para llevar su virtuosismo a espacios festivos y comunitarios. En este proceso, la chirimía fue adoptada y resignificada, pasando de ser un símbolo impuesto de cristiandad a una expresión de identidad afrodescendiente y chocoana. Este formato instrumental, que integraba clarinetes, flautas de carrizo, tamboras y platillos, se convirtió en un emblema cultural de la región.
La influencia de otras corrientes musicales también dejó su huella. La música antillana, especialmente la cubana, enriqueció los formatos de la chirimía, incorporando instrumentos como trompetas, congas y bajos. Esta evolución dio lugar a nuevas variantes, como la orquesta de chirimía, que mezcla lo tradicional con sonidos contemporáneos.
En contraste, la chirimía caucana, predominante en el sur del Pacífico colombiano, mantiene un enfoque más solemne y ritual. Su sonido está dominado por la flauta de carrizo y la tambora, elementos que se remontan a la tradición original traída por los españoles.
Este estilo se relaciona con la narrativa del territorio y las procesiones religiosas, siendo un lenguaje profundo que conecta con la cotidianidad de su gente.
Aunque las chirimías del Chocó y del Cauca tienen diferencias significativas, ambas son expresiones de la diversidad cultural del Pacífico colombiano. Sus variaciones reflejan la riqueza étnica y los procesos históricos que han dado forma a estas tradiciones.
Hoy, la chirimía sigue viva en celebraciones como las Fiestas de San Pacho en Quibdó y en eventos nacionales como el Festival Petronio Álvarez. Aunque han surgido adaptaciones modernas que incorporan nuevos instrumentos y estilos, su esencia como vehículo de resistencia cultural y expresión comunitaria permanece intacta, reafirmando como un emblema de la identidad del Pacífico colombiano.
¿Quiere saber más?
Ana María Arango y Leonidas Valencia. “La chirimía chocoana: asimilación y reafirmación” en Revista Acontratiempo, Nº 13, 2009.