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Shara Naranjo

Coordinadora de contenidos y proyectos en Estudios Sociales de Colombia

Hace una semana se publicó el informe medioambiental de la ONU y evidencia que varios países —varios de ellos con la mayor producción de dióxido de carbono— no han cumplido con las metas de reducción de emisiones de gases para 2024. 

Estos datos alimentan un panorama desolador ante la posibilidad de no limitar el calentamiento global, sobreponiendo el desarrollo económico sobre la vida, siendo un problema contemporáneo ¿Cómo la producción de gases se convirtió en un problema para la vida humana? Aquí se lo explicamos.

¿Cómo funciona el clima?

El clima de la Tierra depende de diversos factores, como la radiación solar y su interacción con la atmósfera, la superficie terrestre, los océanos y las capas de agua del planeta (mares, nieve y hielo). Todos estos elementos están interrelacionados y responden a ciclos climáticos naturales.

Sin embargo, el equilibrio de estos factores ha sido gravemente alterado, provocando un sobrecalentamiento de la atmósfera. ¿Por qué sucede esto? Aunque la radiación solar no ha cambiado, los gases de efecto invernadero, como el dióxido de carbono (CO₂), el óxido nitroso (N₂O) y el metano (CH₄), han aumentado significativamente, atrapando el calor y alterando el balance térmico del planeta.

Si bien estos gases son esenciales para mantener una temperatura habitable —sin ellos, la Tierra sería extremadamente fría—, su sobreproducción se ha convertido en una amenaza seria para el futuro.

Este aumento de gases se debe a los sistemas de producción y consumo de energía que se han desarrollado desde la Revolución Industrial. Hasta mediados del siglo XIX, las emisiones de dióxido de carbono provenían naturalmente de la respiración de los seres vivos, la descomposición orgánica, los incendios forestales, las erupciones volcánicas, etcétera, y eran compensadas por la fotosíntesis de las plantas.

El problema de la industrialización

La llegada de la máquina de vapor cambió todo. La producción acelerada y más eficiente impulsó el uso de combustibles fósiles, comenzando con el carbón. Este proceso no se detuvo: en 1913, la revolución industrial y la mecanización se extendieron con el uso del petróleo, gracias a la popularización de los automóviles.

Después de la Segunda Guerra Mundial, los avances tecnológicos, el crecimiento demográfico acelerado y la expansión de la agricultura y la ganadería (que implicaron deforestación masiva) sumaron al impacto ambiental, mientras el uso del gas natural crecía.

Para 1992, el problema era innegable y llevó a la primera Convención sobre el Cambio Climático de la ONU, que reconoció el calentamiento global como una consecuencia directa de la actividad humana.

Durante los últimos 800,000 años, la concentración de CO₂ en la atmósfera osciló entre 172 y 299 partes por millón (ppm). Pero desde 1950, esta concentración ha aumentado de forma alarmante, alcanzando las 427 ppm en mayo de este año.

El crecimiento desmedido de estos contaminantes responde al aumento poblacional y a un sistema económico dependiente de los combustibles fósiles, impulsado por las mayores economías del mundo. En 1980, los principales emisores de CO₂ eran Europa (7,684 megatoneladas), Estados Unidos (4,717) y China (1,459). Para 2017, China producía 9,839 megatoneladas, Europa 5,693, y Estados Unidos 5,270, con consecuencias que afectan a nivel global.

Colombia también contribuye a esta emisión de gases. La deforestación para la ganadería, por ejemplo, afecta el planeta de dos maneras: reduce la cantidad de plantas que absorben CO₂ y, además, la ganadería intensiva produce metano, otro potente gas del efecto invernadero.

Las metas de reducción establecidas en el Acuerdo de París de 2016 —que proyectaban una disminución significativa para 2024— han sido incumplidas, mostrando la incapacidad de los países para contrarrestar el daño ambiental en favor de sus economías.

La negación del cambio climático por parte de ciertos sectores empresariales es un paliativo que solo beneficia a corto plazo a quienes buscan ganancias en el carbón, petróleo y gas.

Está en manos de la humanidad sepultarse a sí misma: la transición efectiva hacia energías renovables en transporte e industria es vital para limitar el calentamiento global a 1.5°C y mantener equilibrada la vida.

En apenas 173 años de industrialización, el planeta ha sido afectado de una manera que no se había visto en millones de años. Seguir eludiendo esta responsabilidad es una amenaza directa para la vida en la Tierra.

¿Y el futuro del planeta?

En conclusión, la acumulación de gases de efecto invernadero, consecuencia del uso de combustibles fósiles desde la Revolución Industrial, ha roto el equilibrio climático de la Tierra, provocando un calentamiento global acelerado. El aumento de los incendios forestales se manifestó también en los indicadores de las emisiones de dióxido de carbono.

A pesar de los compromisos internacionales, como las metas del Acuerdo de París de 2016, la incapacidad de los países para reducir las emisiones en 2024 refleja una falta de acción contundente frente a este desafío, manifiesta en el más reciente informe de la ONU. Mientras los grandes emisores siguen priorizando el crecimiento económico a expensas del ambiente, el planeta enfrenta un riesgo creciente de cambios irreversibles. 

Esto subraya la urgencia de una transición global hacia energías renovables y de reducir la dependencia de los combustibles fósiles, con el objetivo de limitar el calentamiento global a 1.5°C y salvaguardar la vida en la Tierra.

¿Quiere saber más?

Juan Pablo Calvás, “Suicidio colectivo” en El País, 27 de octubre de 2024, disponible en https://elpais.com/america-colombia/2024-10-28/suicidio-colectivo.html

J. A. Aunión y Manuel Planelles “El CO₂ en el cambio climático” en El País, 2019, disponible en https://elpais.com/especiales/2019/el-co2-en-el-cambio-climatico/

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