Shara Naranjo
Coordinadora de contenidos y proyectos en Estudios Sociales de Colombia
La historia de la cocina en Colombia refleja los cambios sociales, económicos y energéticos del país. Desde los alimentos que llenan las alacenas colombianas, influenciados por la globalización, hasta la modernización que ha transformado los hogares, la cocina es un espacio cotidiano donde se manifiestan procesos históricos.
Ante las recientes alertas sobre un posible desabastecimiento de gas natural que pone en riesgo a los consumidores nacionales resulta fundamental mirar hacia atrás y comprender cómo llegamos a este punto.
De la leña al gas: Una transición tardía
En un país arraigado a las costumbres campesinas, la transición de la estufa de leña al gas natural ha sido un proceso lento. A pesar de los avances tecnológicos, más de un millón de hogares colombianos aún cocinan con leña, carbón u otros combustibles tradicionales. Este cambio refleja las dinámicas sociales y económicas que han influido en la vida cotidiana de millones de personas.
Entre los años 50 y 80, la violencia en las zonas rurales impulsó una fuerte migración del campo a las ciudades. Muchas de estas familias llegaron a vivir en inquilinatos, barrios populares y zonas de invasión, donde las estufas de leña, alcohol y carbón comenzaron a ser reemplazadas por estufas eléctricas y de gas, según lo señala Rodríguez.
Este cambio no fue homogéneo; mientras que la electricidad y el gas en cilindros se hicieron comunes en las viviendas burguesas, las familias más pobres optaron por estufas de gasolina, lo que trajo consigo nuevos problemas.
La gasolina, aunque asociada a la modernidad urbana, pronto evidenció sus limitaciones. En los sectores populares, el mal estado de las viviendas, la falta de supervisión adulta durante el día y la precariedad de los materiales provocaron numerosos accidentes domésticos, como quemaduras e incendios.
Además, la creciente demanda de gasolina doméstica generó escasez, acaparamiento y especulación, afectando principalmente a las familias de bajos recursos.
En respuesta a estas problemáticas y por la estabilidad en la producción de gas, el Gobierno colombiano implementó en 1986 el programa “Gas para el Cambio”, que buscaba promover el uso masivo de gas natural y reemplazar la gasolina en el sector residencial.
En 1991, se adoptó el “Programa para la Masificación del Consumo de Gas”, orientado a diversificar la oferta energética del país, que hasta ese momento dependía en gran medida de la hidroenergía. Finalmente, en 1994, el gas natural se estableció como un servicio público domiciliario.
Hoy en día, el gas natural es fundamental para los estratos 1, 2 y 3, cubriendo el 85% del consumo. Sin embargo, en la actualidad, este recurso esencial enfrenta una grave amenaza.
El desafío actual: Escasez de gas y energía
En las últimas semanas, los gremios energéticos han advertido al Gobierno Nacional sobre una inminente crisis: si no se toman medidas inmediatas, el país podría enfrentar un desabastecimiento de gas natural en menos de un año y racionamientos de energía eléctrica para 2026.
Esto plantea un dilema para las autoridades: ¿deberían buscar más gas para evitar el desabastecimiento o, en línea con los planes de transición energética, desincentivar su uso, afectando a la clase baja y media?
El panorama se complica aún más con la disminución en la exploración de nuevos pozos de gas natural, que comenzó durante el segundo mandato de Juan Manuel Santos y se ha agravado con el gobierno de Gustavo Petro, que rechaza el gas como parte de su agenda de transición energética.
A esto se suma el impacto del fenómeno de El Niño, que ha reducido el nivel de los embalses y ha obligado al país a encender termoeléctricas para suplir la demanda de energía, aumentando el déficit de gas.
Aunque el gas natural sigue siendo un pilar fundamental en los hogares colombianos, su futuro es incierto. Las proyecciones del sector energético indican un déficit del 7,5% para 2025 y del 16% para 2026.
Ante este escenario, expertos coinciden en la urgencia de acelerar las licencias de exploración, aumentar la importación de gas y fomentar la entrada de energías renovables al mercado. Además, proponen ajustar las tarifas según los patrones de consumo para evitar un impacto desproporcionado en las familias más vulnerables.
La transición hacia energías más limpias es necesaria, pero solo puede llevarse a cabo bajo condiciones favorables. Mientras tanto, la disminución de las reservas de gas y la baja en los embalses ponen en riesgo la estabilidad energética del país, haciendo imperativo que las decisiones se tomen con rapidez y precisión.
¿Quieres saber más?
Juan Camilo Vanegas y Jairo Clavijo. “El ciudadano expuesto: Modernización energética, quemados y biolegitimidad en Colombia” en Universitas Humanística, 2016. Disponible en: http://www.scielo.org.co/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0120-48072016000200010
Edison Henao. “6 preguntas y respuestas ante las alertas de desabastecimiento en Colombia”
Disponible en: https://www.lasillavacia.com/silla-nacional/6-preguntas-y-respuestas-ante-las-alertas-de-desabastecimiento-en-colombia/