¿Dónde están los desaparecidos?

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Shara Naranjo

Coordinadora de contenidos y proyectos en Estudios Sociales de Colombia

La desaparición forzada en Colombia no es un fenómeno aislado; es una práctica sistemática que ha atravesado los periodos más oscuros de la historia nacional. Desde El Bogotazo en 1948 hasta los días más cruentos del conflicto armado, llegando incluso al presente, esta tragedia se presenta como un reflejo del abandono estatal, la brutalidad de los actores armados y la indiferencia de la sociedad.

El inicio del anonimato

El asesinato de Jorge Eliécer Gaitán el 9 de abril de 1948 marcó el inicio de un ciclo de violencia política que desbordaría las instituciones. Durante esos días de caos, cientos de cadáveres fueron recogidos de las calles y enterrados en fosas comunes del Cementerio Central de Bogotá. 

Estos entierros improvisados no solo simbolizaron la crisis estatal para enfrentar la violencia, sino que dieron inicio a una narrativa en la que las víctimas se convertían en números, despojadas de identidad y memoria​.

Este evento fue el preámbulo de La Violencia (1948-1958), una época en la que la desaparición de personas comenzó a consolidarse como una estrategia de terror político. Los cuerpos, frecuentemente encontrados en ríos o enterrados clandestinamente, eran evidencia muda de un país que ya naturaliza el anonimato de sus muertos.

A partir de los años 60, el conflicto armado adquirió una dimensión nueva con el surgimiento de las guerrillas campesinas, que más tarde se consolidarían como las FARC y el ELN. 

Los años 80 trajeron consigo una intensificación de las desapariciones. Se intensificó la acción de los grupos paramilitares y el uso indiscriminado de la fuerza por parte del Estado. Este periodo marcó el auge de la desaparición forzada como estrategia de guerra.

Los grupos armados, tanto legales como ilegales, recurrieron a este crimen para eliminar opositores, sembrar miedo y consolidar territorios.

En este contexto, la Ley de Justicia y Paz (2005) revelaría, a través de las confesiones de los victimarios, la existencia de cientos de fosas comunes en todo el país, en lugares como La Macarena o el Catatumbo, revelando las dimensiones de esta práctica. 

En estos espacios, cuerpos de campesinos, líderes sociales, civiles y combatientes se enterraron con la intención de borrar no solo sus vidas, sino también las historias que representaban​.

La antropóloga María Victoria Uribe señala que estos entierros masivos no solo buscaban ocultar crímenes, sino despojar a las víctimas de toda humanidad y dignidad, consolidando la figura del “NN”, símbolo del olvido institucional y social​.

Por otra parte, los desaparecidos del Palacio de Justicia en 1985 simbolizaron el fracaso del Estado para proteger a sus ciudadanos, la vida y la democracia, incluso dentro de sus instituciones. 

El descubrimiento de los cuerpos de empleados de la cafetería y visitantes en fosas del Cementerio del Sur décadas después, gracias a la labor de la antropología forense, confirmó la violencia generalizada y la desaparición como estrategia para silenciar la historia del país.

Hoy, la problemática persiste de manera cruda, representada por miles de cuerpos no identificados en cementerios y fosas clandestinas a lo largo del país. La controvertida cifra de 20.000 cuerpos almacenados en un hangar del aeropuerto El Dorado, revelada durante la visita del Comité contra la Desaparición Forzada de la ONU, aunque sujeta a cuestionamientos, pone de relieve el monumental desafío de enfrentar un legado de impunidad que atraviesa décadas y gobiernos.

Esta situación, lejos de ser una sorpresa, refleja una continuidad que desafía la narrativa de cambio tras la firma del Acuerdo de Paz en 2016. Aunque formalmente el país dejó atrás una de sus etapas más violentas, las dinámicas del conflicto y las heridas abiertas de la guerra siguen manifestándose de múltiples formas. La desaparición forzada no es un eco lejano del pasado, sino un grito presente que clama por verdad, justicia y reparación.

El recorrido histórico aquí presentado muestra que la desaparición forzada en Colombia no es un fenómeno aislado ni espontáneo; es una pieza clave de un sistema de violencia estructural que ha permeado todos los niveles de la sociedad.

 

¿Quiere saber más?

Centro Nacional de Memoria Histórica. Desaparición forzada: Balance de la contribución del CNMH al esclarecimiento histórico. Bogotá: Centro Nacional de Memoria Histórica, 2018.

Pérez Poveda, María Victoria, y Samuel Carrero Gélvez. “Hallazgo de fosas comunes en Colombia: El tiempo de las víctimas, tributo a la memoria del dolor y posibilidad de reconciliación nacional.” Revista Criminalidad 50, no. 1 (2008): 351–370.

Rodríguez, José V. “El papel de la antropología forense en la identificación de las víctimas del holocausto del Palacio de Justicia, Bogotá, Colombia (1985).” Revista Maguaré 24 (2010): 333–357.

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