Shara Naranjo
Coordinadora de contenidos y proyectos en Estudios Sociales de Colombia
Frente a los retos ambientales que enfrenta el país y el mundo, la transición hacia energías renovables se presenta como una solución urgente. Sin embargo, la pregunta sobre cómo llevar a cabo esta transición aún permanece sin respuesta. Si la electricidad no siempre ha estado presente, ¿cómo ha transformado al país? Permítanos contarle más.
Orígenes
“Vea, joven, lo mejor para esas mataduras es derretir y untarse una vela de sebo; pero como usted es tan moderno y elegante, úntese un bombillo.”
La llegada de la luz eléctrica ha simbolizado modernidad y desarrollo para el país. Desde los años 30, se creyó que el impulso industrial, respaldado por la electricidad, conduciría al progreso nacional. Aunque la expansión eléctrica ha avanzado, el proceso ha sido largo y complejo.
La inquietud por iluminar el país se centró inicialmente en el alumbrado público. A finales del siglo XIX, diferentes ciudades comenzaron a implementar esta medida, gracias a iniciativas de empresas privadas. En Bogotá, Cartagena, Barranquilla, Santa Marta, Medellín y Bucaramanga, se establecieron redes de alumbrado público durante la década de 1890.
Sin embargo, la Guerra de los Mil Días afectó gravemente el alumbrado, provocando escasez de recursos, desorden social y un descenso en la población, representando un retroceso en la distribución eléctrica en el país.
Desde sus inicios, se optó por la energía hidroeléctrica como la principal fuente de generación, aprovechando la geografía andina. Este enfoque fue acompañado por un impulso industrial; los mismos capitalistas que fundaron las primeras compañías eléctricas también buscaron establecer fábricas para aprovechar el excedente de energía.
Un ejemplo de ello fue la empresa Cemento Samper, fundada en 1909 por los mismos empresarios que iniciaron la compañía de energía eléctrica de Bogotá en 1904, así como la empresa de tejidos Obregón, creada en 1910 por los promotores de la empresa de Energía Eléctrica de Barranquilla.
A pesar de los discursos de modernidad, el proceso de electrificación no fue homogéneo. Convivían simultáneamente carros tirados por mulas y automóviles de gasolina, así como bombillos y velas de cebo.
La transición a lo doméstico
En la década de 1920, la modernidad comenzó a extenderse al ámbito doméstico. La publicidad promovía la compra de linternas eléctricas norteamericanas, y pronto la electricidad llegó a las cocinas, calentadores, cafeteras y ventiladores, asociándose a la idea de comodidad en el hogar.
Durante los años 30, la relación entre electricidad y modernidad se intensificó: la radio, la lavadora y el refrigerador se convirtieron en símbolos de bienestar y elegancia. Este avance también fortaleció el papel de la mujer en el hogar, ya que la modernidad ofrecía herramientas para mejorar su vida cotidiana.
Simultáneamente, las ideas de vanidad y modernidad femenina se materializaron en espacios electrificados, como las peluquerías. Sin embargo, esta modernidad sólo estaba al alcance de las élites.
La masculinidad, por su parte, se asoció con la electricidad y la mecánica, creando una imagen de progreso masculino. Además, la electrificación amplió las posibilidades de esparcimiento para las clases trabajadoras, al alargar la vida nocturna, que se convertía en el único momento de descanso tras largas jornadas laborales.
En 1946, se fundó el Instituto de Aprovechamiento de Aguas y Fomento Eléctrico (Electraguas), el primer organismo estatal encargado de coordinar las empresas productoras de electricidad. Este organismo tenía como objetivo nacionalizar la energía eléctrica y fomentar la electrificación del país.
Luces y sombras en el proceso de electrificación
La década de 1940 a 1950 marcó la primera expansión del sector eléctrico nacionalizado, sentando las bases para el despegue del sector con la creación de Interconexión Eléctrica S.A. (ISA) en 1967, una empresa nacional de generación y transmisión bajo control estatal.
Desde 1971 se habla de plena interconexión del sistema eléctrico en el interior del país, a pesar de que hoy en día haya una cobertura del 97% de la población. Durante todo el proceso de iluminar el país, la dependencia de la producción hidráulica ha presentado desafíos.
El año 1992 fue testigo de una grave crisis de generación eléctrica, debido a un comportamiento hidrológico desfavorable, resultando en el “apagón” más severo de la historia del país. Este evento obligó a implementar un estricto plan de emergencia y racionamiento, evidenciando la vulnerabilidad de la dependencia hidráulica. Con la reducción del abastecimiento de agua en el país, vuelve a la memoria de los colombianos este evento.
Los procesos de desarrollo en Colombia han sido graduales y han estado influenciados por factores externos. Desde la Guerra de los Mil Días hasta el apagón de los años noventa, las dificultades para extender el servicio eléctrico han sido constantes.
El acceso a la electricidad ha transformado las formas de ocio y consumo, intensificando la dependencia tecnológica, especialmente con la llegada de Internet. Sin embargo, este avance también recuerda la inoperancia de los recursos fósiles en la producción de energía, así como la amenaza del descenso de los embalses.
En resumen, la electricidad ha sido un componente clave en la modernización del país, vinculándose con la industrialización, el desarrollo económico, la construcción de nuevas identidades de género y la transformación de las dinámicas sociales.