El reto de la democracia en América Latina

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Shara Naranjo

Coordinadora de contenidos y proyectos en Estudios Sociales de Colombia

La Historia de América Latina está plagada del deseo de prosperidad de las naciones ¿Ha logrado su objetivo? En tiempos recientes Edmundo González, uno de los líderes de la oposición venezolana, se exilió en España para “lograr la libertad y la recuperación de la democracia”, tras el controvertido triunfo de Nicolás Maduro en las elecciones del 28 de julio.

Vale la pena abrir un debate sobre el futuro de las democracias en América Latina, retrocediendo para ver sus decisiones en el pasado. Entonces ¿Qué es la democracia?, para Norberto Bobbio es un modelo que incluye a todos los ciudadanos en las decisiones de su gobierno, heredado de la Antigua Grecia.

Hoy en día las votaciones no consisten en participar directamente del gobierno, sino en la selección de individuos que representen a la población en la toma de decisiones, esta es la democracia representativa.

A pesar de las populares consignas, las elecciones no aseguran la democracia. En América Latina la creación de la ciudadanía plena fue obtenida, en la mayoría de los casos, hasta el siglo XX. Esta exclusión, donde sólo unos pocos tenían permitido elegir era una acción antidemocrática, y a pesar de ello la democracia era uno de los pilares discursivos de los nacientes países latinoamericanos en el siglo XIX.

El Retiro, Buenos Aires 1841
Argentina, siglo XIX

El periodo siguiente a las independencias en América Latina fue de inestabilidad e incapacidad de las divididas clases dominantes para imponer un orden legítimo. Ese fue un proceso largo y difícil para la construcción de los Estados-Nación, constituciones y modelos de gobierno.

En Argentina desde 1921 se dictó una ley en el Estado de Buenos Aires que imponía un amplio derecho de sufragio otorgado a “todo hombre libre de ciudad y campaña, junto a un régimen de elección directa de diputados a la Sala de Representantes”, es decir una democracia controlada.

En este contexto, para marzo de 1835 se designó a Juan Manuel Rosas, un estanciero militar que representaba al federalismo provincial. Fue designado como gobernador para un periodo de 5 años, y a pesar de ello, creó un plebiscito practicado entre el 26 y 28 de marzo del mismo año con un resultado favorable. A esto le siguió una larga dictadura, donde continuaron celebrándose las elecciones anuales para renovar los miembros de la Sala de Representantes.

Así funcionó un gobierno de casi dos décadas: haciendo sagradamente elecciones en los periodos correspondientes, pero sin competencia y con resultados unánimes correspondientes a la opinión del gobierno, convirtiendo las votaciones en un vehículo para la legitimación del poder político. Este caso de dictadura con elecciones ejemplifica bien cómo las votaciones no hacen la democracia. 

En contra de la creencia popular que atribuye toda la esperanza a la mejora de las naciones en la actividad electoral. Haciendo un salto al presente, las elecciones no deben ser la respuesta de cajón para solventar los problemas de un país, porque es posible que las personas no escojan racionalmente. Es el caso de los resultados electorales del 19 de noviembre del año pasado en Argentina que llevaron a Javier Milei, candidato de la ultraderecha a la Casa Rosada.

El caso de Venezuela

A pesar del problemático significado que carga el recuerdo de Hugo Chávez para la política nacional e internacional y aunque lideró un fracasado golpe de Estado en 1992,  llegó al poder democráticamente el 6 de diciembre de 1998.

Tras una dictadura finalizada en 1958, un acuerdo de turnos entre los dos partidos tradicionales (algo similar al Frente Nacional) y varios escándalos de corrupción desde la década de 1970, Chávez llegó a la presidencia con altos niveles de popularidad, llevando entre sus banderas la lucha contra la corrupción y la pobreza.

Su poder y popularidad hicieron de sus múltiples gobiernos una fase importante para la historia política de Venezuela, con una sólida y relevante economía basada en la extracción de petróleo. Ganó sucesivamente las elecciones y fue presidente hasta su muerte en 2013. 

Su vicepresidente, Nicolás Maduro lo sucedió desde entonces y en los últimos 7 años Venezuela ha enfrentado una de las crisis políticas, económicas y sociales más agudas de su Historia.

Foto: John Stanmeyer
¿Cuál es el futuro de la democracia?

Durante las elecciones del pasado 28 de julio, los ciudadanos votaron con la esperanza de sacar a Maduro del poder. Los resultados fueron polémicos y se desató una ola de violencia en dicho país. Por ese motivo Edmundo González, el opositor de Maduro en las recientes elecciones, se exilió en España con el propósito de seguir luchando por la democracia en Venezuela.

Todo indica que se esperan unas nuevas elecciones mesiánicas que salven a Venezuela de la crisis que enfrenta, que incluye hasta saboteo económico por parte de Estados Unidos. Cabe la pena preguntarse si la respuesta simplista de unas elecciones son suficientes para restaurar una nación con tan altos índices de migración y pobreza.

Y no sólo en Venezuela, en Colombia también ha habido una tendencia a esperar que los cambios presidenciales solucionen los grandes problemas de la nación: inestabilidad política en los territorios dirigidos por grupos armados, con un índice de Gini de 54,8 de desigualdad y pobreza, de 0,897 de desigualdad en el acceso a la tierra y mientras el 55,8% de la población vive de la informalidad, pasan uno a uno los gobiernos sin solucionar estos problemas estructurales.

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